Abril de 2017 en el CICCA. Hong Sang-soo

La Asociación de cine Vértigo dedica el mes de abril de 2017, en el CICCA de Las Palmas de Gran Canaria, a uno de los más destacados cineastas coreanos con el ciclo “Hong Sang-soo. Variaciones, repeticiones y soju”.

Los títulos seleccionados y sus fechas de proyección, en horario de 18:30 horas y con entrada libre, son:

  • “La mujer es el futuro del hombre” de Hong Sang-soo, 2004. (Lunes 10 abril 2017)
  • “Un cuento de cine” de Hong Sang-soo, 2005. (Lunes 17 abril 2017)
  • “Noche y día” de Hong Sang-soo, 2008. (Lunes 24 abril)

La prolífica obra de Hong Sang-soo (Seúl, 1960) se vuelca en comedias dramáticas de relaciones humanas, amistosas y amorosas que muestra las cuitas de un trío de clase acomodada (si bien el "modelo" puede sufrir alteraciones), que tiende a estar formado por un hombre maduro, profesor o cineasta (un maestro con "autoridad"), un joven estudiante o cineasta en ciernes (un pupilo), y una mujer, siempre más joven, ex novia o amante de uno u otro, o de los dos.

El cosmos hongsansoniano está construido sobre el azar, la amistad y el amor, pero obvia los lazos familiares pues se desenvuelve en una atmósfera de provisionalidad, que sería posible atribuir a la sutil orfandad que padecen sus criaturas. En su filmografía la figura paterna no existe y los pocos protagonistas que son padres de familia más bien parecen eternos Peter Panes. El lugar del padre inexistente lo ocupa, de manera parcial, el maestro, el hombre mayor. Esta ausencia quizás explique el perenne nomadismo, confusión e inmadurez en la que viven los protagonistas sangsoonianos que, desde su debut cinematográfico, contemplamos en situaciones de errancia, vacaciones, ocio, de encuentro en encuentro y siempre a la búsqueda irrefrenable de lances amorosos que colmen un vacío antonomástico o un imposible arquetipo ideal. 

Aunque el universo sang-sooniano se presenta en movimiento constante, la realidad que muestra es de un enorme estancamiento moral y vital. Sus personajes se mantienen por completo ajenos a la productividad y a la laboriosidad que se presume en los países asiáticos, perpetuamente suspendidos entre proyectos, zánganos ebrios y diletantes, como esos animales desvalidos y fuera de sitio que, de cuando en cuando, brotan repentinamente en su cine: un pez de color, una rana, un gusano, un pájaro. 

Frente a los detractores de Hong, que arguyen que siempre realiza la misma película, lo cierto es que unas son un eco de las otras, como si fueran partes de una única conversación o de un relato retomado y fragmentado, con elipsis y algunos olvidos o modificaciones entre medias. Al revisar su filmografía discernimos una tenue pero indudable evolución. Desde su rígido debut ha ido depurando y aligerando su estilo, desprendiéndose de los cortes innecesarios, alargando la duración de las escenas, prescindiendo de las secuencias de sexo sórdido y de la explícita visibilidad de la muerte o el suicidio, virando -por último- hacia un mayor protagonismo de los personajes femeninos y a insuflar una mayor ligereza en el tono general. Hong Sang-soo parece, como Ozu, felizmente empeñado en perseverar en sus composiciones y en sus tramas, procurando presentar lo ordinario de una forma extraordinaria y lo extraordinario de manera ordinaria.