Jirokichi “La Rata”
Oatsurae Jirōkichi koshi
Japón, 1931. B/N. V.O.S.E. 80’.
Dirección: Daisuke Itō.
Guión: Daisuke Itō.
Fotografía: Hiromitsu Karasawa.
Productora: Nikkatsu.
Interpretación: Denjirō Ōkōchi, Naoe Fushimi, Nobuko Fushimi, Reyzaburō Yamamoto, Minoru Takase.
Sinopsis: Jirokichi “la rata” es un ladrón dotado de la extraordinaria habilidad de aparecer y desaparecer sin dejar rastro. Acosado por las autoridades huye de Edo rumbo a Osaka, donde inicia una tormentosa relación con una hermosa prostituta llamada Osen, que fue abocada a tan ingrato destino por la codicia de su hermano Nikichi. Dispuesto a seguir enriqueciéndose a costa de traficar con muchachas jóvenes, Nikichi trama la venta de una pobre chica llamada Okino, cuya candidez fascina de inmediato a Jirokichi. Pero el pasado de Okino esconde un terrible secreto que sacudirá el alma del ladrón: la extrema pobreza de la muchacha fue provocada por los actos delictivos de Jirokichi.
Reseña: El llamado “padre” del cine japonés Shōzō Makino fue el primero dispuesto a explotar el potencial cinematográfico de aquella galería de samuráis sagaces y pendencieros celebrados por la literatura popular. Tras fundar su propia productora, Makino dirigió con éxito la película Murasaki Zukin: Ukiyoe-shi [1923], que se convertiría inmediatamente en modelo para otros cineastas como Buntarō Futagawa o su propio hijo Masahiro Makino. La vibrante mezcla de realismo, humor y violencia que distinguió el trabajo de estos realizadores hizo que, al lado de los tradicionales jidai-geki de la época, el chambara apareciese ante los ojos del público como un vehículo de entretenimiento menos encorsetado, más abierto a la experimentación y las influencias del cine norteamericano, a la par que propenso a emplear los mecanismos de la industria con fines de crítica social. Cuando la Nikkatsu y otras compañías menores tomaron el relevo de Makino a finales de los años 20, el género se diversificó y el repertorio de anti-héroes superó la categoría estricta del rōnin para incluir también a los bakuto [jugadores, antecedentes de los yakuza] y otros delincuentes comunes. Éste sería el caso del famoso ladrón Jirokichi Nakamura, remedo japonés de Robin Hood cuyas aventuras fueron llevadas al cine por Daisuke Itō en 1931. Bajo el apelativo de Nezumi Kozō [el chico rata], Jirokichi se hizo inmensamente célebre en el Japón de principios del siglo XVIII por sus fechorías, acrecentadas por la injustificada creencia de que sus robos iban a parar a manos de los más necesitados. Itō se apropiaría de este halo legendario para transformar su figura en una suerte de rōnin sin espada inspirado en los héroes del cine mudo hollywoodiense. Un tateyaku altivo y seductor, deseado por las mujeres y temido por sus rivales, que logra salir airoso de cualquier entuerto sirviéndose de su descarado ingenio. El furioso dinamismo del montaje, sacudido por cortes veloces y osados movimientos de cámara, convierte esta película en una virtuosa exhibición del estilo caligráfico de su autor, máximo exponente junto Mansaku Itami, Hiroshi Inagaki y Sadao Yamanaka del Nuevo jidai-geki de la década de los 30.