Zatoichi
Zatōichi
Japón, 2003. Color. V.O.S.E. 116’.
Dirección: Takeshi Kitano.
Guion: Takeshi Kitano.
Fotografía: Katsumi Yanagijima.
Montaje: Takeshi Kitano, Yoshinori Ohta.
Música: Keīchi Suzuki.
Vestuario: Yohji Yamamoto.
Productora: Office Kitano.
Interpretación: Beat Takeshi, Tadanobu Asano, Michiyo Ohkusu, Taka Guadalcanal, Daigorō Tachibana, Yūko Daike, Yui Natsukawa, Ittoku Kishibe, Saburō Ishikura.
Sinopsis: Zatōichi es un vagabundo ciego que viaja por los pueblos ofreciendo masajes y jugando en las apuestas. Una noche, después de obtener una buena suma, el masajista y su nuevo amigo Shinkichi conocen a un par de misteriosas geishas que les proponen pasar la velada juntos. Pronto descubrirán que en este pueblo nadie es lo que aparenta ser.
Reseña: Aunque el jidai-geki siguió gozando de cierto prestigio gracias a obras como Harakiri [Masaki Kobayashi, 1962], la quiebra del sistema de estudios acabó sellando la muerte del chambara a comienzos de los años 70. Durante la década anterior, y en un claro intento por asegurar su supervivencia, las compañías especializadas en dramas de época trataron de reorientar su producción hacia las menos costosas películas de acción contemporánea, adaptando los viejos códigos del ken-geki al yakuza-eiga o “cine de yakuza” que había empezado a introducirse en el mercado cinematográfico tras el fin de la guerra. Mientras tanto, el éxito mundial de Yojimbo propiciaría la aparición de nuevos rōnin errantes como el popularísimo Zatōichi, icónico espadachín ciego creado por el escritor Kan Shimozawa e inmortalizado por el actor Shintaro Ketsu, que llegó a protagonizar veintiséis películas y hasta una serie de televisión. En 2003, Takeshi Kitano resucitó al personaje como parte de un ejercicio metalingüístico dispuesto a resolver en clave contemporánea el manierismo de la serie original. En esta nueva versión, el masajista interpretado por el propio Beat Takeshi se enfrenta a una banda de bakuto que controla una pequeña población rural. El retrato de los villanos, y hasta del propio protagonista, recuerda más a los hieráticos criminales de Sonatine [1993] o Brother [2000] que a los impetuosos rufianes del jidai-geki, pero el tono de la narración ya no es como en el Zatōichi original esencialmente dramático, sino humorístico en la línea paródica del chambara clásico. Una línea que Kitano, perfecto conocedor de la tradición cómica japonesa, despliega apoyándose en la rítmica sonoridad de las danzas kabuki y los macabros efectos visuales del anime más irreverente. Su Zatōichi, en efecto, es una obra plagada de referencias al género que apela a su irónico remontaje para conjugar en un único film los estereotipos clásicos del chambara y sus mutaciones tardías, fruto de su revisión posmoderna en el marco del yakuza-eiga.