Dirección: Mikio Naruse.
Guion: Toshirō Ide, Sumie Tanaka.
Fotografía: Masao Tamai.
Montaje: Eiji Ooi.
Dirección Artística: Satoru Chūko.
Música: Ichirō Saitō.
Productora: Tōhō.
Interpretación: Haruko Sugimura, Sadako Sawamura, Chikako Hosokawa, Yūko Mochizuki, Ken Uehara, Hiroshi Koizumi, Ineko Arima, Bontarō Miake, Daisuke Katō.
Sinopsis: Kin, Tomi y Tamae son tres geishas que tras años de trabajo en común viven apartadas del oficio en el otoño de sus vidas. Tomi y Tamae comparten casa en compañía de sus respectivos hijos, Sachiko y Kiyoshi, a quienes, debido a su profesión, no supieron entregar todo el cariño que demandaban en la niñez, y a los que sólo pueden ofrecer un futuro sin expectativas, cargado de deudas y sueños incumplidos. Kin, la más afortunada, disfruta de un retiro apacible gracias a los ahorros que acumuló en el pasado, y que ahora invierte en la compra de bienes raíces mientras practica la usura con sus antiguas compañeras. Cuando Sachiko y Kiyoshi deciden dejar el hogar para emprender una nueva vida lejos de sus madres, ambas mujeres experimentan una forma de abandono desconocida hasta entonces. Kin, por su parte, recibe la visita inesperada de los dos hombres que marcaron su pasado y la convirtieron en la persona mezquina y desconfiada que es en la actualidad: Tabe, el amor de su vida que la abandonó para casarse con otra, y Seki, el amante despechado que intentó asesinarla.
AFORO LIMITADO. ENTRADA GRATUITA CON INSCRIPCIÓN. +INFO: AQUÍ.
Reseña: Avalado por la buena acogida de sus tres proyectos anteriores, Tōhō autorizó a Naruse a rodar una nueva adaptación sobre la obra de Hayashi con el binomio Ide-Tanaka al frente del guión. Bangiku había sido, en origen, una novela corta publicada por Hayashi en 1949 acerca del reencuentro entre una geisha de mediana edad y un cliente joven con el que mantuvo un apasionado romance durante la guerra. El poderoso recuerdo que la mujer ha conservado en su corazón a lo largo del tiempo queda abrasado por la decepción en el mismo instante en que se hace patente el verdadero motivo de la visita: la solicitud de un préstamo con el que el hombre pretende sanear la maltrecha economía de su negocio. El relato obtuvo el premio Joryu bungakushu de aquel año y confirmó a Hayashi como una de las literatas más importantes de su tiempo. Para dar mayor densidad narrativa a la película, Ide y Tanaka imbricaron la historia con otros dos relatos cortos, Suisen [Narciso] y Shirasagi [Garza blanca], de temática similar y escritos por la autora en la misma época. De ese modo, buscaban entrelazar la vida de tres mujeres –cuatro si contamos a la tabernera y también geisha retirada Nobu– con un pasado común, pero con destinos dispares, que intentan sobreponerse a la soledad y la pérdida de la juventud en un mundo que ya no les pertenece.
En este sentido, el principal foco de interés de la cinta –acaso la mejor de la serie– radica en esa persistencia de la memoria que conecta Crisantemos tardíos con Nubes flotantes, la gran obra maestra de Hayashi que Naruse elevaría un año más tarde a la categoría de mito. Catherine Russell, experta en la obra del cineasta japonés, hace hincapié en esta mirada romántica hacia los años de la guerra y preguerra que comparten las protagonistas, destacando el modo en que Naruse inserta figuras y vistas del Tokyo contemporáneo entre los decorados del shitamachi en los que se desarrolla la acción, haciendo que el espectador note su entrada en escena de forma anacrónica cuando en realidad se trataba de elementos comunes en el imaginario urbano de la época. Lo anterior buscaría hacernos partícipes del modo en que las tres mujeres dirigen su mirada de manera incesante hacia un tiempo extinguido que se desvela a través de los diálogos, pero del que apenas sobreviven ya algunos vestigios. Un pasado del que no pueden o no quieren desprenderse, obligándolas a vagar por una realidad que no aceptan pero a la que, al final, no tendrán más remedio que someterse.
Aythami Ramos