La Asociación de cine Vértigo comienza 2017, en el CICCA de Las Palmas de Gran Canaria, recordando clásicos de la época Pre-Code, con el ciclo “'Cuando Hollywood fue libre”. Durante los meses de enero y febrero propone un recorrido por un popurrí variopinto de películas sexy vintage anteriores a la censura, que mostraban lenguajes atrevidos y personajes amorales femeninos, insinuaciones sexuales, mestizaje, consumo de drogas ilegales, infidelidad, aborto, violencia intensa y homosexualidad.
Los títulos seleccionados y sus fechas de proyección, en horario de 18:30 horas y con entrada libre, son:
- El fraude, de George Abbott, 1931. (Lunes 9 de enero)
- Sábado de juerga, de William A. Seiter, 1932. (Lunes 16 de enero)
- La calle 42, de Lloyd Bacon, 1933. (Lunes 23 de enero)
- Vampiresas de 1933, de Mervyn LeRoy, 1933. (Lunes 30 de enero)
- Sinfonías del corazón, de Alexander Hall, 1933. (Lunes 6 de febrero)
- Search for beauty, de Erle C. Kenton, 1934. (Lunes 13 de febrero)
- El crimen del Vanities, de Mitchell Leisen, 1934. (Lunes 20 de febrero)
Los locos años 20 del siglo pasado se caracterizaron, en EE UU, por una bonanza económica que vino aparejada con una relajación de las costumbres morales y la violencia derivada de la Prohibición, que encontraría un brusco final con el crack del 29. Hollywood tampoco escapó a esa tendencia y los tabloides pronto hicieron su agosto con titulares sensacionalistas sobre flappers violadas, enfermedades venéreas, suicidios sospechosos, abuso de sustancias y alcohol, crisis nerviosas, divanes de productores, gánsteres y sexo, mucho sexo, sin mirar con quién. Ante esa tesitura, y consciente de que los sucesivos escándalos estaban dañando gravemente la sacrosanta imagen que los estudios pretendían vender al mundo, y especialmente a la puritana sociedad norteamericana de la época, se formó la MPPDA (Asociación de Productores y Distribuidores Cinematográficos) y, bajo la batuta de William Hays, se implementó el denominado ‘Código Hays’, una serie de autorregulaciones de la propia industria cinematográfica con el objetivo de evitar que el Gobierno Federal tomara medidas que pudieran afectar a su funcionamiento, contenidos y rendimiento económico.
Entre 1930, año en que se aceptó el cumplimiento del Código de Producción, y 1934, año en que los estudios se comprometieron realmente a implementarlo con todas las consecuencias, Hollywood vivió un breve período de libertad creativa que supone toda una rareza y que no se repetiría hasta tres décadas más tarde, con su decadencia y, a la larga, desaparición. Fueron apenas 4 años en los que los estudios cinematográficos, conscientes de que el Código era poco menos que papel mojado sin ninguna consecuencia real, tensaron la cuerda de los contenidos de aquello que podía ser mostrado en una pantalla de cine (desde lo obvio, como los desnudos sugeridos o patentes, hasta el tratamiento de cuestiones, situaciones y temas que serían tabú durante las décadas venideras). Las barreras éticas o étnicas se desvanecieron y la prostitución, el aborto, el consumo de drogas, la homosexualidad o la violencia explícita pasaron de los oscuros callejones a la gran pantalla. Como cabía esperar, la respuesta desde las organizaciones conservadoras, encabezada por la Legión Católica por la Decencia, no se hizo esperar y pronto proliferaron los boicots y piquetes, así como un sistema de calificaciones que ha permanecido, con variantes, hasta nuestros días.
En este oasis de libertad creativa, el cine norteamericano nos dejó un puñado de títulos, como los que podremos ver en este ciclo, que ejemplifican esta relajación de los sistemas de valores, y cuyo rastro se deja ver en prácticamente toda la producción, tanto en la elección o predominancia de géneros —fantástico, cine de gánsteres, dramas carcelarios, comedias picantes, musicales— como en el tratamiento de sus contenidos. Nos hemos propuesto, durante estas semanas, rebajar “el nivel moral” de los espectadores…