La Asociación de cine Vértigo organiza en marzo de 2022, mes de la mujer, en el CICCA de Las Palmas de Gran Canaria, Fundación La Caja de Canarias, el ciclo “Bengala, retratos de mujer”, con tres filmes producidos en India, entre 1960 y 1964.
Los títulos y sus fechas de proyección, en horario de 18:30 horas y con entrada gratuita, son:
“Estrella nublada”, de Ritwik Ghatak, 1960. (Lunes 13 de marzo)
“Saat Pake Bandha”, de Ajoy Kar, 1963. (Lunes 20 de marzo)
“Charulata. La esposa solitaria”, de Satyajit Ray, 1964. (Lunes 27 de febrero)
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Tres mujeres bengalíes
«“No puedo vivir sin ti”, le dice el realismo al melodrama siempre que vuelve a casa. Juntos forman la pareja más poética y política del cine.
Cabe decirlo de otra forma: en la narrativa popular, el melodrama es la zona autorizada para que acampe el realismo.
¿Realismo? ¿Qué realismo? Aquel que proyecta un determinismo social sobre una peripecia personal. “¡Cuántos sueños tenía en la vida! Ninguno se realizó… ¿Imaginé alguna vez que tendría que disfrazarme para ir a una entrevista de trabajo?” Son las palabras que Archana, al inicio de Saat pake banda, se dice a sí misma.
El melodrama es el género de la diferencia entre la felicidad prometida y la infelicidad presente, que brota de otras diferencias: de género, de clase, de generación; diferentes máscaras, temperamentos, culturas, sensibilidades, prioridades, expectativas. El melo dramatiza el secreto, el fingimiento, la vergüenza, la necesidad, el reparto desigual de premios y castigos.
Lo social, en suma, prescribe destinos que alienan al personaje como sujeto deseante. “¿Y tú qué quieres ser?”, pregunta Archana al primer niño que ve. Esta pregunta atraviesa las tres películas del ciclo. Charulata, ¿tú qué quieres ser?
Charulata es una de las obras maestras del gran Satyajit Ray. Se basa en El nido roto, novela de Rabindranath Tagore de 1901, y por ello su fundamento, más que el realismo, es la alegoría –la casa. Es cosa notable, por otra parte, que en un ciclo que incluye Charulata, la joya de la corona pueda ser otro filme sublime: Estrella nublada, de Ritwik Ghatak, que adapta asimismo una novela –de Shaktipada Rajguru, considerado autor de narrativa social. En cuanto a Saat pake banda, dirigida por Ajoy Kumar, está basada también en una novela –del muy prestigioso Ashutosh Mukhopadhyay.
Retengamos aquí la importancia de la literatura moderna bengalí en el desarrollo de una cinematografía que logró distinguirse de Bollywood, donde se filmaba en hindi. Es que Bengala tuvo desde el siglo XIX su propio movimiento de modernización cultural. El llamado Renacimiento Bengalí intentaba conciliar los valores de la Ilustración europea con las tradiciones milenarias de la India. Su principal figura fue, cómo no, Tagore; y su centro emisor principal, la escuela Santiniketan fundada por él, a la que asistió Ray.
“¡Oiga, ese asiento es para mujeres!”, le gritan a Shukendu, hombre de aspecto enfermizo, en el transporte público. Sucede a menudo que, en los géneros melodramáticos del mundo asiático, el galán es convencionalmente débil, inmaduro. Esta languidez forma parte de su sex-appeal; el “adorable defecto” que promete infelicidad.
“¡Oiga, ese asiento es para mujeres!”, le gritan, pues, al deseado por Archana, encarnado por Soumitra Chatterjee, aquel Apu adulto del último filme de la Trilogía de Ray. Actor fetiche del cineasta, también él formará parte del triángulo protagonista de Charulata, donde encarna de nuevo a un “letraherido”. A Chatterjee le iban los papeles de hombre lánguido y empapado de libros, mal avenido con la meritocracia postcolonial. Por esa aparente carencia, Charulata, su joven cuñada, se fijará en él. Pero ella no es Madame Bovary.
Corolario: en realidad, el sudoroso Shukendu de Saat pake bandha resulta ser, en efecto, un ilustrado, pero de fuerte carácter. Con su gesto del asiento, desafiaba en realidad un falso privilegio. El resto del filme invierte la ecuación: su masculinidad le hace débil por orgullo, frágil ante la hostilidad de una suegra de clase alta que no soporta ver a su hija con un pobre profesor.
“¡Oiga, ese asiento es para mujeres!”: aquí podría resonar también, desde la ironía, el propio melodrama como preferencia del público femenino. En la era de los estudios y de los cines nacionales, el género sexual era crucial a la hora de calcular “públicos objetivos” asociados al género narrativo. Esa distribución del público obedecía a estereotipos que, sin embargo, podían operar también como oportunidad para una desobediencia.
Porque los mejores melodramas no se limitan a “retratar a la mujer como sujeto sojuzgado”, sino que aprovechan la posición del sujeto paciente, que es como decir inteligente. En la condición paciente adquieren tensión los dilemas entre acción e inacción, entre secreto y prejuicio. La protagonista padece su propio deseo entre bastidores, y desde allí, observa y entiende.
También es cierto que, por ejemplo, Estrella nublada muestra el autosacrificio de la heroína -la joven Nita es una hermana-madre, una novia-madre, una hija-madre. Y que, en Saat pake banda y en Charulata, el papel de la instrucción y la cultura se ajusta a una división que atribuye el papel educador a los hombres, y a la mujer el de educanda.
Si Saat pake banda y Charulata se despliegan en entornos burgueses con los ideales de la ilustración como fondo, en Estrella nublada reconocemos una tópica de lo marginal derivada del Neorrealismo. Nita carga con una familia huida de la Bengala escindida, llamada Pakistán Oriental, luego Bangladesh, con la partición de 1947. Trabaja duro, y a cambio sólo obtiene ingratitud. Su hermano mayor, Shankar, la adora, pero es incapaz de convertir su don musical en disciplina. Él y su desleal novio son, una vez más, estetas frívolos, ilustrados inmaduros.
Pero estas asimetrías han de verse contrapuestas al hecho de que la heroína se auto educa con la vivencia. He aquí algunos ejemplos.
Estrella nublada: Nita es aquella que transita y que escucha. Se mueve cuando los demás se mantienen inmóviles, y percibe los datos de su entorno. Es la mejor oyente de la música de Shankar, pero también recibe rumores y maledicencias. Ghatak –“el más desconocido de los grandes directores”, según Jonathan Rosenbaum– elabora para ella un portentoso montaje de sonidos y planos cortos en la secuencia donde descubre la infidelidad de su novio. Cuando Nita abandona el apartamento, la música del filme cae en un bucle que interrumpe el “natural” acompañamiento melódico del drama. La cámara encuadra el dolor de la joven desde un ángulo que figura el colapso total de su espíritu.
Saat pake bandha: todo aquí funciona en torno a la mirada pensante de Archana –la gran Suchitra Sen, estrella femenina del cine bengalí. En algunos momentos, el mirar se acompaña de una repentina interrupción de la música del filme -al modo de Ghatak, aunque sin su virtuosismo. Esos cortes son como el chasquido de un látigo, pero en negativo.
Charulata: en una secuencia inicial deslumbrante, ella recorre las galerías del palacete, y el movimiento de cámara tras sus pasos parece observar los ritmos del alma de la mujer. Toda la película consistirá en modular y sorprender con imágenes los movimientos secretos del espíritu. Un leitmotiv se repite: con sus anteojos, Charulata observa el exterior –o convierte en exterior lo que observa– y, quizás, protege así su interior.»
Luis Miranda
Director del Festival Internacional de cine de Las Palmas de Gran Canaria