Eterno John Ford para despedir y dar la bienvenida al año en el CICCA

La Asociación de cine Vértigo organiza entre noviembre de 2024 y enero de 2025, en el CICCA de Las Palmas de Gran Canaria, Fundación La Caja de Canarias, el ciclo “John Ford. La poética de la nostalgia”, para homenajear a uno de los cineastas más grandes que ha dado el Séptimo Arte, cuando se conmemora el 130º aniversario de su nacimiento.

Los títulos y sus fechas de proyección, en horario de 18:30 horas y con entrada gratuita, son:

Consulta o descarga el folleto: [pdf]

John Ford junto a un retrato suyo y una estatuilla de los Óscar en 1946

Ford. La poética de la nostalgia

Las películas de John Ford están impregnadas de eso tan difícil de delimitar como es la nostalgia. Desde Tres hombres malos, wéstern mudo que fija algunos cánones y estereotipos del género, hasta La taberna del irlandés, una comedia desenfadada sobre la búsqueda de la identidad, pasando por Pasión de los fuertes, una reinterpretación de la figura de Watt Earp y del famoso duelo en OK Corral, o El joven Lincoln, una indagación sobre el trabajo como abogado del que será presidente de los EE.UU., la obra de Ford transita por caminos que aglutinan lo sutil y lo explícito, lo espléndido y lo cotidiano, el heroísmo y lo prosaico.

No es ninguna casualidad que los protagonistas de Ford casi siempre se encuentren despidiéndose de algo o de alguien: de un pasado que no volverá de sus ruinas, del paisaje que transitan (el Monument Valley, las bucólicas praderas de Irlanda), del viejo mundo con sus valores caducos pero reconocibles, del compañero perdido en medio de la aventura (la conquista del americano Oeste, la guerra, una catástrofe natural), de la persona amada (Clementine o Ann Rutledge), o incluso de la propia vida. El de Ford es un cine en el que las ausencias y las despedidas, por lo que tienen de elegíaco y de nostálgico, tienen más valor que los encuentros.

Por eso tienen tanta importancia en Ford las conversaciones que mantienen sus protagonistas a los pies de la tumba de sus seres queridos (en Pasión de los fuertes y en El joven Lincoln): prolongan la ficción de que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, que la persona amada de algún modo sigue ahí, acompañándonos, aunque ya no se encuentre entre nosotros. 

William Holden, Constance Towers y John Wayne en una escena de “Misión de audaces” (1959)

Los protagonistas de Ford suelen dibujarse como héroes trágicos que acaban condenados a la soledad y el ostracismo, en el peor de los casos, o a la incertidumbre de la vida, en el mejor de ellos. Y después está el sacrificio personal en aras de la comunidad, como esa forma de heroísmo silencioso y callado que tanto le gusta a Ford, y que tiene su reverso tenebroso en la figura del delator, del chivato que traiciona a sus amigos o a su comunidad de pertenencia. La mayor de las herejías para Ford es poner en peligro la estabilidad de la comunidad, ya sea la propia (la familia) o la adquirida (el ejército o los compañeros de aventuras).  

Aunque se suela identificar como un director de wésterns, género en el que efectivamente sentó catedra (junto a Walsh, Hawks y Mann), y que le hizo muy popular entre los espectadores, Ford es mucho más que un creador de películas del Oeste: es un pintor de frescos históricos, de relatos homéricos, de pasiones y contradicciones humanas. Aunque no estemos totalmente de acuerdo con su ideario cinematográfico, revisitar su legado es la mejor forma de honrar su contribución a la historia del cine.