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'El misterio Koumiko' y 'Tokyo-Ga'

  • Casa de Colón 1 Calle Colón Las Palmas de Gran Canaria, CN, 35001 España (map)

EL MISTERIO KOUMIKO
Le mystère Koumiko

Francia, 1965. Color. V.O.S.E. 46’.

Dirección: Chris Marker.
Guion: Chris Marker.
Fotografía: Chris Marker.
Montaje: Chris Marker.
Música: Toru Takemitsu.
Productora: A.P.E.C - Joudioux - Office de Radiodiffusion Télévision Française (ORTF) - Sofracima.
Interpretación: Koumiko Muraoka.
Sinopsis: En octubre de 1964, el cineasta Chris Marker viaja a Japón para rodar un documental sobre los Juegos Olímpicos de Tokyo. Durante su estancia en la ciudad conoce por azar a una joven nipona llamada Koumiko, a la que persigue con su cámara mientras dialogan sobre distintos aspectos de la vida y la cultura del país. Antes de regresar a Francia, Marker le entrega un cuestionario al que ella responderá meses después enviándole una grabación plagada de pensamientos íntimos sobre la identidad, la belleza y el tiempo.

TOKYO-GA

Alemania, 1985. Color. V.O.S.E. 92’.

Dirección: Wim Wenders.
Guion: Wim Wenders.
Fotografía: Edward Lanchman.
Montaje: Solveig Dommartin, John Neuburger, Wim Wenders.
Música: Laurent Petitgand.
Productora: Argo Films.
Interpretación: Chisū Ryū, Yūharu Atsuta, Werner Herzog, Chris Marker.
Sinopsis: Deudor confeso del cine de Yasujirō Ozu, Wim Wenders recorre las calles de Tokyo tratando de recuperar algún vestigio del mundo que el viejo maestro retrató en sus películas. En su recorrido se encontrará con algunos de sus más fieles colaboradores como el actor Chisū Ryū y el director de fotografía Yūharu Atsuta, pero también con la desconcertante realidad de un país sumido en la confusión de un nuevo tiempo.

AFORO LIMITADO. ENTRADA GRATUITA CON INSCRIPCIÓN. + INFO: AQUÍ

Reseña:

El espíritu anti-japonés que se propagó por Occidente a raíz de la Segunda Guerra Mundial puso fin a casi sesenta años de fervor japonista, iniciando una etapa de silencio en el que, sin embargo, el Japonismo no desapareció. Al contrario, siguió vivo en manifestaciones culturales menos visibles que, en algunos casos, resultaron del contacto directo con japoneses emigrantes, y en otros, fueron importadas por los soldados estadounidenses que habían servido durante la Ocupación. Este período, bautizado por Toshio Watanabe como Japonismo olvidado [Forgotten Japonisme] o Japonismo trans-bélico [Trans-War Japanism], se prolongaría hasta la década de los 60. Momento en el que un Japón plenamente recuperado y en democracia se ocupó de restaurar su imagen internacional mediante la organización de los Juegos Olímpicos de Tokyo’64 y la Exposición Universal de Osaka’70. Aquel “Made in Japan” acuñado en los años 30 por la propaganda imperialista resurgió como emblema de un renovado poder financiero y tecnológico, al tiempo que el país se convertía en destino turístico de millones de viajeros. Occidente no sólo volvía a mirar hacia Japón, sino que ahora también se aproximaba a él de forma masiva.

Como preludio a este segundo ciclo de aperturismo, la cultura japonesa se hizo un hueco en el imaginario de posguerra a través del cine, instaurando con Rashōmon [1950] un relato alternativo a la Historia “oficial” de las imágenes que crecería en torno a la celebración crítica de tres figuras totémicas: Akira Kurosawa, Kenji Mizoguchi y Yasujirō Ozu. La importancia de este último sería especialmente relevante para la cuestión por distintas razones. La primera, porque su filmografía, a diferencia de las anteriores, no apuntaba en ningún caso a la narración épica o melodramática del pasado de su país, sino al registro de su cotidianidad en el corazón del siglo XX. Y la segunda, porque, tal como había ocurrido con las estampas y fotografías de costumbres, su retrato de la vida doméstica alimentó una larga serie de mitos sobre la familia tradicional japonesa que todavía perduran en la conciencia cinéfila de Occidente.

Todos estos elementos estarían presentes en mayor o menor medida en los múltiples acercamientos al problema de la “japonesidad” elaborados en esos años bajo la óptica del cine-ensayo. En El misterio Koumiko, Chris Marker —autor que volvería a incidir en la realidad nipona con Sans soleil [1983], A.K. (Akira Kurosawa) [1985] y Level-5 [1997] —documenta la agitación social que rodeó la celebración del evento olímpico a través del encuentro fortuito con una joven. El contacto entre ambos desemboca en un diálogo lleno de interrogantes en torno al modelo de feminidad nipona como sujeto diferencial y fuente de exotismo para Occidente. Un ideal atravesado históricamente por la mitificación japonista de la geisha y la estética bijin-ga, cuya vigencia es cuestionada por Marker a través de las dudas que la propia Koumiko plantea acerca de su identidad japonesa y su condición de mujer en la realidad de su tiempo.

Veinte años más tarde, el cineasta francés reaparecería brevemente en un diario filmado por Wim Wenders durante su estancia en la capital japonesa. Tokyo-ga se inicia con un fragmento de Tokyo monogatari [1956], cuya visión le empuja a salir en busca de aquel mundo de sensaciones fugaces retratado por Ozu en sus películas. En su recorrido, su cámara tropezará con el desvarío centelleante del pachinko, la comida de atrezzo y las azoteas donde los salaryman practican golf entre horas, revelándole la conciencia de que el tiempo con el que una vez soñó a través del cine ha desaparecido. Que el Japón de Ozu, si es que alguna vez existió, es tan sólo una fantasmagoría.

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